“...Estos que trastornan el mundo entero también han venido acá...” Hechos 17:6
De hecho, hoy más que nunca antes en la historia del cristianismo, tenemos a nuestra disposición la más alta tecnología e infraestructura para cumplir nuestra misión. Podemos enviar invitaciones a nuestras reuniones vía “e-mail” y establecer una pagina en la red para que nos conozcan. Podemos enviar archivos de video o música cristiana en un instante, para compartir las buenas nuevas. Transmitimos programas de radio y televisión que llegan al otro extremo del mundo, en un abrir y cerrar de ojos. Tomamos un avión y en unas pocas horas atravesamos el continente, para cumplir con Congresos y Conferencias. Podemos llevar en una pequeña tarjeta la información suficiente para obtener dinero de un cajero automático a miles de kilómetros de nuestro hogar. Hacemos llamadas telefónicas desde un pequeño aparato en nuestros bolsillos. Podemos imprimir mensajes cristianos en folletos, volantes, periódicos, camisetas, tazas, llaveros... y una infinidad de cosas más, en busca del anhelado sueño de que todo el mundo conozca de Jesús. Y sin embargo, en más ocasiones de las que quisiéramos aceptar, nos vemos rebasados por las circunstancias, por las adversidades, por nuestras propias limitantes, y los resultados no son los que esperamos. La humanidad muere sin Cristo. Y en el esfuerzo por levantarnos, nos desviamos aún más de nuestro objetivo, en busca de aquello que “sí funciona”, o que nos agrada más. Pero al final, siempre queda el mismo vacío, la misma inconsistencia golpeándonos el rostro. ¿Cómo puede ocurrir esto con el pueblo de Dios? Se supone que tenemos la autoridad y respaldo del Señor, y sin embargo, no acabamos de mostrarnos como lo que verdaderamente somos: nuevas criaturas en Él, capaces de “trastornar al mundo”, como aquellos apasionados primeros cristianos (Hechos 17:6)
Tal vez sea el momento de reconsiderar nuestra motivación al realizar la obra de Dios. Tal vez es el tiempo oportuno para pensar un poco acerca de nuestro llamado a desgastar nuestras vidas en Él. Porque creo que ninguno de nosotros podría pararse ante el apóstol Pablo y explicarle que es imposible cumplir nuestra misión, o que en nuestro tiempo son diferentes las condiciones. En una época en donde el cristianismo era novedad y avanzaba con certeza, Pablo decidió ir aún más allá y sacudirse todos sus años de formación religiosa, a fin de no encontrar obstáculo para servir a Cristo. Y así, de acuerdo al tremendo esfuerzo y pasión de este hombre, el Espíritu del Señor transformó Asia y parte de Europa. Sin teléfonos celulares. Sin aviones. Sin Internet. Sin recursos.
Es que no se trata de tecnología. No se trata de aviones supersónicos, ni de transmisión de datos a hipervelocidad. No se trata de tu dinero o el mío, ni de nuestro talento y habilidades. Siempre se ha tratado de Él, y solo de Él. Jesús es el único que puede levantar un cuerpo sin vida, que puede sanar las heridas, que cura las dolencias más profundas del alma. Y en todo esto, ¿dónde entramos nosotros? Sencillo. El eterno Revolucionario del universo busca apasionados dispuestos a seguirle aún más allá de sí mismos. Es ahí, en lo profundo del corazón rendido, donde se forjan los sueños, donde la creatividad no cesa, donde las fuerzas se multiplican. Es ahí donde el pueblo cristiano se hace notar, y como una consecuencia natural, el ambiente es transformado: lo débil se hace fuerte, la oscuridad da paso a la Luz, las vidas son renovadas. Es que, más que una revolución de métodos, lo que se propone es una revolución de forma de pensar para dar paso a la renovación de nuestro entendimiento (Romanos 12:2), para que los hijos de Dios al fin se den cuenta de quienes son en Él, y de que lo último que necesitamos son los recursos que poseemos ahora. Todo comienza con no sentirnos satisfechos, y querer ir siempre un paso más allá de donde estamos.
Esto es lo que Dios nos impulsa a creer. Esto es lo que debemos buscar en nuestras vidas. Es tiempo de cambiar, de hacer proezas en Su Nombre, de atrevernos a cumplir nuestros sueños (que a final de cuentas, son SUS sueños), e ir siempre un paso más allá. Es el tiempo para ti también. No lo pienses más. Así que, no te conformes con una religión... Revoluciona!!
Edgar David Miranda Marín es pastor de Jóvenes en el
Centro de Ministerio Juvenil, MÉXICO.
Ciudad Juárez, Chih.
No hay comentarios:
Publicar un comentario