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martes, 12 de febrero de 2013

Renovación




“No os acordéis de las cosas pasadas, ni traigáis a memoria las cosas antiguas. He aquí que yo hago cosa nueva; pronto saldrá a luz; ¿no la conoceréis? Otra vez abriré camino en el desierto, y ríos en la soledad.” Isaías 43:18-19

No hay manera de llegar hasta Él. Es que la multitud de aquellos que hasta hace algunos días se reunían para verlo sanar y dar amor a la gente, ahora se agolpa y pelea por el morbo de ver a Aquel que había osado llamarse Hijo de Dios. De repente, a uno de esos hombres se le ocurre algo: recuerda un atajo para llegar a donde, seguramente, habrá de pasar Jesús, y podrán verlo de cerca. No lo piensa más y lleva a aquellas dos mujeres que lo acompañan hasta ese lugar. Justo antes de llegar, Jesús tropieza una vez más, y cae pesadamente a tierra. La multitud, mas enardecida a cada instante, se agolpa sobre Él, y es entonces cuando, aprovechando la confusión, María llega junto a Él. Quizá pueda consolarle un poco. Quizá pueda hacerle sentir su amor de madre y aminorar en algo su angustia y sufrimiento. Quizá. Pero aquel Jesús, lejos de sentirse derrotado, se levanta una vez más tomando aquella cruz tan pesada, y mirando a María a los ojos, le dice: “¿Ves madre? ¡Yo hago nuevas todas las cosas!”.



La escena forma parte de “La Pasión”, de Mel Gibson. A mi muy particular punto de vista, enmarca un concepto crucial para comprender el mensaje de la película, y principalmente, del mensaje que por siglos ha estado llegando a nosotros por parte de Dios. ¿O a poco pensabas que esa parte se le ocurrió a Gibson, sólo para agregarle dramatismo a su película? Claro que no. Déjame explicarlo un poco. Como sabrás (y si no, ahí te va), desde aquel día en que el nuevecito Adán sucumbió ante la serpiente y se dejó engañar, toditos caímos. Desde entonces, la humanidad entera se apartó de Dios, y cuanto más se alejaba, mas necesitó de Él. El caso es que Dios siempre ha querido restaurar su relación con nosotros. Pero, pues ¿cómo hacerlo? La verdad es que en nuestra condición es imposible. Necesitábamos ser como antes, como Adán. O sea, necesitábamos ser nuevos. Un sueño inalcanzable. Pero Dios mismo ha dado todos los medios para lograr eso: Jesús vino para que por medio de Él regresáramos a nuestra relación normal con Dios (“Y todo esto proviene de Dios,  quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo”- 2ª Corintios 5:18ª). Él lo ha estado diciendo desde hace mucho tiempo.

El problema es que muchas veces intentamos arreglarnos con Dios y resolver nuestros problemas por nosotros mismos. Nos apresuramos a buscar respuestas y aceptamos solamente lo que nos gusta o conviene. Olvidamos a Dios y con ello, nos perdemos de las cosas nuevas que solamente Él puede y quiere hacer, aún cuando nos lo ha dicho muy claramente: “No os acordéis de las cosas pasadas, ni traigáis a memoria las cosas antiguas. He aquí que yo hago cosa nueva; pronto saldrá a luz; ¿no la conoceréis? Otra vez abriré camino en el desierto, y ríos en la soledad.” (Isaías 43:18-19) Así que, ¿Cuál es tu desierto? ¿Cuál es tu soledad? Tal vez te has quedado sin empleo y no sabes por donde ir. Tal vez has estado algún tiempo en los brazos de alguien, y de pronto, sin aviso alguno, te ha dejado caer. Tal vez ya no encuentras salida a tu adicción o a aquel hábito que has mantenido oculto por tanto tiempo. Tal vez, entre risas, quisieras gritar tu soledad. Tal vez ya no puedes ver los colores de la vida. Tal vez necesitas encontrar el camino en el desierto. Tal vez necesitas encontrar el río fresco en tu soledad. Tal vez necesitas ser nuevo.

Pues Jesús lo dijo, y no sólo en la película. En él todas las cosas son hechas nuevas (Apocalipsis 21:5) Si Él, aún estando en aquella condición de sufrimiento y angustia total clamó a Dios, ¿Cuánto más tú y yo podríamos hacerlo? Hazlo. Pídele que te haga nuevo. Dios nos promete claramente que “…si alguno está en Cristo,  nueva criatura es;  las cosas viejas pasaron;  he aquí todas son hechas nuevas” (2ª Corintios 5:17) Así que olvídate de las cosas pasadas, entrégale todo a Él y prepárate para tu nueva vida, donde Dios abrirá nuevamente caminos en el desierto, y ríos en la soledad. Asómbrate por lo que el Eterno Transformador de vidas hará en ti. Créelo, no te arrepentirás.


Edgar David Miranda Marín forma parte 
del Centro de Ministerio Juvenil, MÉXICO.
Ciudad de México.

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